Bendito rescate

Ya estamos formalmente intervenidos aunque se nos presente a través de un documento aparentemente inocuo denominado ”Memorándum de entendimiento”, que en realidad es una imposición con 32 condiciones de obligado cumplimiento. Pero el rescate tiene una contrapartida en esas medidas de ajuste que ha presentado Rajoy con cara de funeral en el Congreso, absolutamente imprescindibles, pero que nadie se atrevía a adoptar. La UE ha hecho  a cara de perro más por la economía española que los últimos tres gobiernos juntos.

El déficit es absolutamente insostenible y de no tomar medidas drásticas y urgentes hubiera devorado a empresas y familias. El sistema financiero con la irrupción de políticos de todos los partidos que han vaciado las cajas de ahorro en su provecho es absolutamente impresentable. La desmesura del coste de la función pública con organismos superpuestos e inútiles que saquean las arcas del Estado y un crecimiento megalómano fuera de toda lógica, estaba a punto de fagocitarse a España. El mercado laboral es demencial cuando prima el cobro de prestaciones por desempleo antes de incentivar la búsqueda de trabajo. El sistema autonómico se ha degradado a niveles de patio de Monipodio con ejemplos de ineficacia y despilfarro que lo han convertido en inviable y exige un golpe de timón de calado constitucional.

La Unión Europea con sus imposiciones, su troika y sus hombres de negro ha roto el nudo gordiano que tenía secuestrada la economía española porque ningún gobierno se ha atrevido a abordar los temas tabú de nuestra transición, como es el poder de los políticos, sindicalistas y banqueros. Habíamos construido un castillo de naipes o un gigante con los pies de barro y estos europeos de mala leche a los que tanto hemos criticado nos han obligado a hacer las grandes reformas que atenazaban al Gobierno. Podremos criticar las formas pero han apuntado al foco del incendio. Ahora nos toca a los españoles optar entre la solución con sacrificios o el suicidio.

Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario LA GACETA (Madrid), el 14 de julio de 2012

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