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Órdago al Estado

Zapatero no es jugador de mus, si acaso de parchís o de cinquillo, pero tiene que responder al órdago que le ha lanzado Iñigo Urqullo (PNV) a la yugular del Estado: “si quieres mi voto a los Presupuestos rompe la caja de la Seguridad Social”. El tema no es baladí ya que de facto la Seguridad Social (SS) se ha convertido en la columna vertebral del Estado. La SS no es bandera de un partido o de un régimen y sus cuentas son, quizá, las más transparentes de la Administración.

Hasta los antecedentes de la Seguridad Social que figuran en la página web del Ministerio de Trabajo han superado los estragos de la Memoria histórica y se reconoce que el punto de partida se sitúa en la Comisión de Reformas Sociales (1883), que el primer seguro social se creó en 1900 con el nombre de Ley de Accidentes de Trabajo y que en 1908 aparece el Instituto Nacional de Previsión. El Retiro Obrero data de 1919 y, posteriormente, el Seguro Obigatorio de Maternidad (1923), el Seguro de Paro Forzoso (1931), el Seguro de Enfermedad (1942) y el Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez (1947). En 1963 se aprobó la Ley de Bases de la Seguridad Social y, posteriormente, en 1966, la Ley General de la Seguridad Social.

El artículo 41 de la Constitución establece que los poderes públicos mantendrán un régimen público de seguridad social para todos los ciudadanos que garantice la asistencia y prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad, especialmente en caso de desempleo. Tras los Pactos de la Moncloa se crea la Tesorería General de la Seguridad Social como caja única del sistema actuando bajo el principio de solidaridad financiera. Varias generaciones han construido esta caja que cuenta con un presupuesto superior a los cien mil millones de euros; 18 millones de afiliados y paga su retiro a casi  8,6 millones de pensionistas. Si Zapatero acepta el órdago de Urqullo para aprobar los PGE habrá ganado un año en el poder a costa de volar los cimientos del Estado.

Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario La Gaceta (Madrid), el 2 de septiembre de 2010

La cantinela de Salgado

Triste victoria pírrica en el Senado para los anti IVA en una cámara que nos cuesta un ojo de la cara. El sistema electoral del Senado es anacrónico con cuatro senadores por demarcación, lo mismo Madrid que Teruel, con un sistema paralelo de asignación de escaños autonómicos en el que, al igual que en altos órganos de la Justicia, los partidos mayoritarios intercambian cromos ajenos a la voluntad popular. Los senadores cobran de media cuatro mil euritos al mes, pensión, dietas y otras regalías, ordenadores, teléfonos, billetes gratis, coches de representación, etc.

La cámara alta languidece entre mullidas alfombras, ujieres, escoltas y su minuto de gloria semanal con la sesión de control al Gobierno.
Mientras, la España real va por otros derroteros. El mismo día en el que sus señorías vapuleaban al Gobierno y la vicepresidenta económica volvía con su cantinela de la recuperación y el gasto social acudo a tres oficinas públicas: Hacienda, Inem y Seguridad Social. En la de Hacienda no hay casi actividad, sólo media docena de personas esperan ser atendidas. Me asalta un dato: cada día de 2010 han cerrado 264 empresas. Segunda visita: Tesorería General de la Seguridad Social donde se cursan las altas de nuevos afiliados. Más de lo mismo, dos pisos de funcionarios casi sin clientes. Otro dato: hay menos empresas cotizando a la SS de las que había en 2004.

Tercera visita,  una oficina del INEM. En la calle aguardan varias familias con niños, muchos de ellos emigrantes. Un guarda jurado defiende una máquina expendedora de números. Aquí se invierten los términos. Más de un centenar de personas esperan ser atendidas, algunas repiten ya que no obtuvieron la vez el día anterior. Ahora se llaman oficinas del Servicio Público de Empleo Estatal pero todo el mundo las conoce por las oficinas del paro. A pesar de la aglomeración una mesa permanece vacía. Sobre ella un rótulo: ofertas de empleo. El funcionario, ajeno al fragor, espera.

Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario La Gaceta (Madrid), el 26 de marzo de 2010