Método Ollendorf

A la vista de lo que ocurre cada día la pregunta que nos hacemos muchos españoles es si el Gobierno de Rajoy tiene la iniciativa en esta crisis o más bien corre muerto de pánico delante de los miuras de los mercados, improvisando cada mañana la agenda de Montoro, De Guindos y Nadal. Los consejos de Ministros de los viernes, con Sáenz de Santamaría al frente, se han convertido en la mejor versión del método Ollendorf, famoso profesor que desarrolló un sistema para aprender idiomas basado en la construcción de frases absurdas: “¿Es tu primo más alto que mi hermana?”, preguntan los periodistas. “No”, responde  la vicepresidenta, “pero el jardín de mi tía es más grande que la granja de tu abuelo”. La gente de la calle, que son los votantes y sujeto pasivo del ajuste, pregunta una cosa y el Gobierno le sale por peteneras, estrujando el lenguaje para aparentar que dice una cosa cuando en realidad está diciendo otra. Nos ocurrió con Zapatero cuando prohibió a sus ministros pronunciar la palabra “crisis” y lo estamos viviendo con Rajoy cuando les ha prohibido utilizar la palabra “rescate”. Y luego se rasgan las vestiduras de que las CCAA hagan lo mismo.

Frente al catastrofismo de la oposición y la tibieza del Gobierno cada vez más ciudadanos se hacen la misma pregunta: ¿Qué necesidad tenemos de ser rescatados para que nos impongan desde fuera lo que podemos decidir desde dentro? A no ser que el Gobierno no tenga agallas y prefiera echar la culpa, como hasta ahora, a Europa en vez de asumir sus responsabilidades. Hace años que millones de españoles han perdido el privilegio de tener vacaciones y pagas extras, pero como no protestan no se les tiene en cuenta. Se ha penalizado la iniciativa privada y el ahorro y los políticos se apoltronan y suceden de forma endogámica. PP, PSOE, CiU, PNV, etc., parecen secuestrados por su propia condición de vivir de la teta de la vaca sin atreverse a romper el nudo gordiano de esta situación, que no es otro que desmontar un Estado que no podemos mantener.

Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario LA GACETA (Madrid), el 29 de julio de 2012

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