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MAFO, el contrapoder

La poltrona del Banco de España ha sido una de las más apreciadas por los políticos. Sentarse sobre la gran caja de caudales de Cibeles, rodeado de obras de arte exquisitas y cuadros de Goya, era ser investido señor de vidas y haciendas con un mandato blindado al margen de elecciones políticas adversas. Durante la transición, y tras Coronel de Palma y López de Letona, ocuparon el cargo de Gobernador, Álvarez Rendueles, Rubio, Rojo y Caruana. Miguel Ángel Fernández Ordóñez (MAFO) accedió al cargo el 18 de julio de 2006, con Rajoy de uñas, ya que el PSOE se había saltado a la torera el pacto de buscar un hombre de consenso. Y es que Solbes había elegido para Gobernador al Secretario de Estado de Hacienda, un político vinculado al socialismo desde su juventud y que también había ocupado altos cargos con los gobiernos de Felipe González.

Hasta la entrada de España en el euro el Banco de España tenía la capacidad de crear y destruir dinero, así como fijar la tasa de interés. Sin embargo, una vez que el Banco Central Europeo (BCE) asume estas funciones, la labor del Banco de España queda prácticamente relegada a la supervisión y a la emisión de informes. Y aquí es donde se ha producido la transformación de MAFO en el martillo pilón que lamina la errática política económica de  Zapatero. Salvando su primera comparecencia en el Congreso en la que dio jabón al Gobierno, el Gobernador ha sido un fiscal implacable de la última etapa de Solbes y de las medidas impulsadas por Elena Salgado, con un tema recurrente: la necesidad de la reforma laboral. Tras bajar los humos al Gobierno en sus previsiones, MAFO advierte que con este “paro monstruoso” las medidas que propone el Gobierno en su soledad parlamentaria sólo tendrán efectos dañinos. MAFO nos devuelve a la cruda realidad aunque los mercados nos hayan dado un respiro agónico. Los principales  problemas: la falta de confianza que genera un déficit público desbocado y el derroche de las autonomías.

Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario La Gaceta (Madrid), el 24 de junio de 2010

De Zurbano a Montreal

Los tramoyistas de la Moncloa andan con el decorado a cuestas. Se acabó el paripé del Palacio de Zurbano con su ambiente zen para el “photo call” del Tridente: Salgado, Blanco y Sebastián. Ahora la nueva cita de la conjunción planetaria es el 26 de  junio en Montreal, sede de  la cumbre del G-20, última oportunidad de Zapatero de hacerse la foto con los mandamases del mundo. Allí irán los fontaneros del presidente, encabezados por Bernardino León, con la silla de Zapatero a cuestas. En Washington, Londres y Pittsburgh la silla era prestada y a Canadá parece que van a llevar una silla propia. Zapatero se quedará con la miel en los labios de sentarse en la cumbre del G-8, privilegio que sí tuvo Aznar como presidente de la UE. ¿Y de abril a junio, qué? Pues nueva travesía del desierto con una añagaza de pacto para la recuperación económica, una mini reforma laboral y poco más que rascar.

Los parteros de las escuálidas conclusiones del acuerdo de Zurbano, que algunos partidos firmarán en abril, no olvidan sus principios hegeliano-marxistas y como un canto de juventud lo han denominado “Documento de síntesis”, fruto de las tesis del PSOE y de la antítesis de la oposición. Ha bastado un pequeño soplo de cordura para que el castillo de naipes del pacto contra la crisis haya sucumbido virgen y mártir. Tan sólo han sobrevivido algunos acuerdos para dotar de más actividad al ICO, la rebaja del IVA en las chapuzas domésticas y las sempiternas ayudas al coche eléctrico. Lo más útil, como algunas medidas para las pymes, siguen su curso en el parlamento gracias a la mano izquierda de CiU.
Y ahí se acaba la historia de los treinta dos folios de Acuerdo Político para la Recuperación del Crecimiento Económico y la Creación de Empleo que motivó un Pleno extraordinario y mucha tinta. Hoy la cruda realidad pasa por el informe del Banco de España que augura menos crecimiento y más paro. La contestación del Maquiavelo de León ha sido, como siempre, matar al mensajero.

Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario La Gaceta (Madrid), el 1 de abril de 2010