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Plan F

Florecen como setas en las calles y plazas de los pueblos y ciudades de España. Son los carteles del Plan E, el Plan Español para el Estímulo de la Economía y el Empleo, que marcan como en el lomo de una res el terreno abonado por el dinero de Zapatero. El plan, a tenor de la proliferación de vallas, es un éxito y a él se han apuntado los ayuntamientos sin distinción de pelaje político. Pero el fondo está a punto de extinguirse y la iniciativa privada no ha tomado el relevo al dinero público. Pasada la euforia inicial de la primavera las licitaciones vuelven a caer  de forma dramática. Estos datos tienen una repercusión muy importante en el empleo y han dado un ligero respiro a las estadísticas del paro registrado de los dos últimos meses. Pasado el verano y consumido el empleo estacional la duda es si el Gobierno sacará otro Plan F de la chistera. ¿Pero cuánto cuesta el Plan E? Según el Gobierno se han generado 384.214 empleos. Para financiarlos se han destinado con cargo a deuda pública 8.000 millones de euros. Así que cada puesto de trabajo del Plan E va a costar 20.821 euros. Como la duración media de estos trabajos temporales es de seis meses, cada trabajador costará al erario público 3.470 euros al mes, más de medio millón de las antiguas pesetas por barba.

Artículo publicado por Jesús Fernández Briceño, el día 8 de julio de 2009, en el diario La Razón (Madrid)

Europa vieja y sabia

Coliseo romanoEuropa es vieja y sabia. Tras la Segunda Guerra Mundial a instancias de Robert Schuman se firmó en Roma la constitución de la Comunidad Económica Europea y florecieron los partidos socialdemócratas a los que se debe en gran parte el Estado del bienestar. Los socialistas moderados, junto a la Democracia Cristiana, extendieron los derechos sociales, impulsaron el desarrollo, alejaron el peligro del comunismo,  apuntalaron el sistema democrático y extendieron la idea de cooperación entre los pueblos frente a las reivindicaciones territoriales o nacionalistas. Pero al final lejos de servir a los ciudadanos se convirtieron en un fin en sí mismos, en una oficina de empleo para sus afiliados y simpatizantes, impusieron unos impuestos confiscatorios y anularon el sacrificio y el éxito individual. Y los electores a lo largo de los últimos veinte años han ido dándoles la espalda y les han retirado su confianza, otorgándosela  a partidos de centro derecha, capaces de generar riqueza, no sólo de repartirla. La últimas elecciones son fiel reflejo de este sentimiento generalizado en toda Europa en donde el voto de castigo a los socialistas ha sido histórico. La salida de la crisis es, ante todo, una cuestión de confianza. Está en juego la reforma del sistema financiero, las medidas contra el paro y el futuro de las pensiones y los votantes, de forma mayoritaria, prefieren dejar estas responsabilidades en partidos serios que no hagan experimentos con el dinero de todos.

Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario La Razón (Madrid), el 10 de junio de 2009