Nada es gratis

No hay como ser autónomo para darse cuenta de que nada es gratis, empezando por el pago de la Seguridad Social. Cada mes llega de forma inexorable esa obligación de pagarte tu propia vejez, cosa que cuando cobras una nómina ni te enteras. La situación se agrava a partir de los cincuenta años, si además llevas cotizando una treintena en la banda alta. O sigues pagando de tu bolsillo lo que antes ponía la empresa o pierdes todos los derechos. Lo mismo pasa ahora con los falsos autónomos, trabajadores jóvenes y no tan jóvenes, a los que se les obliga a darse de alta si quieren cobrar sueldos de miseria. Contrasta esta situación con los fijos que, a pesar de algunos ajustes, siguen gozando de privilegios cada vez más inasequibles, como vacaciones, moscosos varios y pagas extras.

Traigo esta reflexión con motivo del rescate de la banca y de la falsa creencia, alentada por el Gobierno, de no nos va a costar nada. Nos van a prestar 100.000 millones de euros, además de los 800.000 que ya debemos -sin contar la deuda de empresas y familias-, y aquí no va a pasar nada. Vamos a seguir viviendo en babia creyendo que sólo la banca o los banqueros van a pagar esta ronda. Lo malo es que, incomprensiblemente, Rajoy y De Guindos están sembrando la idea de que lo peor ha pasado y que, a partir de ahora, ancha es Castilla.

Mientras, seguimos con un Estado imposible de reinos de taifas que son los culpables de la crisis por su megalomanía, por su intromisión en las cajas de ahorros y por la presión que han ejercido sobre estas instituciones para pagar sus caprichos y hacer ricos a sus amigos. El mal está en el origen y no en las consecuencias y si el Gobierno no lo quiere ver es que es ciego y tonto. El Estado necesita una enmienda a la totalidad porque es imposible de mantener. Basta que Rubalcaba diga que tiene la mosca detrás de oreja para que el Gobierno se achante. Qué dirán cuando se den cuenta de que no es una mosca, sino un elefante con una trompa gigantesca.

Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario LA GACETA (MADRID), el 24 de junio de 2012

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