Amarga agonía

España es un gran país y siete años de zapaterismo no pueden llevárselo por delante. Hemos conocido periodos de subdesarrollo y de pobreza y, sin embargo, alcanzamos el siglo XXI como una de las economías más pujantes del planeta. Es cierto que carecemos de política industrial  y el ministro del ramo pasará a la historia por cuestiones anecdóticas como las bombillas o las corbatas, pero generamos al año un billón de euros en PIB, tenemos algunos de los bancos más importantes del mundo, la primera compañía de telecomunicaciones -exceptuando las chinas- y empresas punteras en energía y construcción. España es algo más que siete años de Zapatero que, cuando se vean con perspectiva histórica, no ocuparán más de un borrón en la Wikipedia.

Zapatero no es el primer dirigente ruinoso de nuestra historia. Hemos sufrido reyes y validos irresponsables, un siglo XIX plagado de guerras fratricidas y golpes de estado y un siglo XX marcado por el drama de la Guerra Civil. Aún así España es una nación próspera con un envidiable estado del bienestar, fruto del esfuerzo de sucesivas generaciones. Hemos pagado intereses más altos que los hoy nos exigen los mercados y hemos estado al margen de las organizaciones internacionales. A pesar de todo aquí estamos, con cinco millones de parados, pero con la menor conflictividad social de la transición y con los hoteles llenos de turistas extranjeros.

La pesadilla tiene los días contados a pesar de esta lenta y amarga agonía, que nos la podía haber ahorrado el inquilino de la Moncloa. Amparándose en la legalidad institucional no habrá elecciones hasta el 20-N, para dar gusto a un caprichoso de ideas cortas y mano larga. Qué importa España a quien tiene una vaga noción de la patria y el Estado. Los mercados le tienen cogida la medida a Zapatero por su escasa credibilidad. Si nos pueden esquilmar lo harán porque el buenismo es un cuento chino. Lo malo es que la deuda la heredan los que vengan detrás. Después de mí, el diluvio.

Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario LA GACETA (Madrid), el 4 de agosto de 2011

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